Todo surgió cuando reflexionando sobre cómo ordenar las tareas del día y fracasar en miles de intentos de listarlas, detallarlas, programarlas y realizarlas de forma productiva, comencé a sospechar de que quizá la cosa no iba del todo por ahí.
En algún momento me di cuenta de que a pesar de que era capaz de programarlas con aparente criterio y estructura, algo tan sencillo como meter plántulas en la tierra de la huerta, ordenarlas en perfectas alineaciones y bellas curvas de surco, pocas veces, la tarea, aunque bien plantada, llegaba a medrar.
Recuerdo también buscar, investigar, descargar y utilizar multitud de aplicaciones informáticas que teóricamente me ayudarían a ordenar mis cosas. El paso del tiempo me llevó a sospechar de la fertilidad del momento para realizar determinadas “plantaciones” o realización de tareas. Quizá el agua, el sol, la temperatura y la calidad de la tierra no ofrecían las condiciones ideales para que la plántula medrase y evolucionase con todo su potencial. A que el resultado de realización de mi tarea tuviera la calidad con la que la había proyectado.
Con el paso del tiempo me encontré con el concepto de dinacharya del Ayurveda, que establece determinados espacios en el día para realizar adecuadamente determinadas tareas. Algo así como ventanas de fecundidad que se abren y cierran con el paso del día y de la noche.
Han sido muchas experiencias, y siguen sumando, de completa esterilidad en la aplicación de mi energía mental a determinadas tareas. Pero, cada día florece más el orden en función de la fecundidad siguiendo la estructura del dinacharya.
En otro post trataré de profundizar en la idea de dinacharya para ofrecer una herramienta amplia, clara y práctica.
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